Entre las tapas que protagonizan el verano, muchos encontramos jamón serrano o ibérico. Ambos son un clásico en España pero sus formas de preparación son diferentes y por ende, sus propiedades nutritivas también lo son.
El jamón serrano se obtiene a partir del secado al aire de las patas traseras del cerdo blanco, mientras que el jamón ibérico procede de una raza distinta de cerdo, de ahí también, sus diferencias nutricionales que podemos ver claramente en la tabla que realizamos.
El jamón serrano tiene menos calorías y grasas que el jamón ibérico, pero también tiene menor contenido de proteínas de buena calidad.
Además, si bien el jamón serrano tiene menos calorías, éste tiene un porcentaje significativamente superior de sodio, algo no muy favorable para personas hipertensas.
El resto de los minerales tales como el potasio, fósforo y magnesio también predominan en el jamón serrano, mientras que el jamón ibérico posee más calcio, vitaminas del complejo B, sobre todo cianocobalamina o B12 y ácido fólico.
Incluso, si bien el jamón ibérico tiene más grasas totales, predominan entre éstas las monoinsaturadas. Aquí podemos ver gráficamente las diferencias en cuanto a contenido graso y ácidos grasos.
En definitiva, ambos son productos saludables, ricos en ácidos grasos insaturados y minerales buenos para el organismo. Pero dado su alto contenido en sodio y grasas, debemos consumirlos con moderación y disfrutar de sus beneficios esporádicamente.